sábado, 8 de octubre de 2011

Molly apaga su vida.

El jueves, de madrugada, ya no se veía ninguna luz desde la ventana de Molly. Ahora descansa, pero para siempre. Su sobrina Jane cuidaba de ella esa noche. Eran las cuatro y media, y Molly todavía respiraba, de una forma inquieta y nerviosa, pero lo hacía. Jane, debido al cansancio acumulado de no haber dormido durante más de una noche, cerró los ojos por un par de minutos. Cuando los abrió, no se escuchaba esa intensa respiración de Molly. Ya no respiraba. Sin embargo, su cuerpo estaba aún caliente. Jane supo mantener la calma, o por lo menos eso aparentó. Avisó a su prima Alice, que estaba descansando después de haberla cuidado durante todo el día, y más tarde avisó a su madre, Ginger. Ginger, a pesar de que ya estaba preparada para recibir esa angustiosa noticia, se quedó paralizada. La pena y angustia invadieron su cuerpo. Hace pocos días había sufrido una subida de tensión repentina, y aún no estaba del todo recuperada. Todos los hijos de Ginger acudieron a respaldar a su madre, a pesar de que todavía no había amanecido. Bernice también llegó, no parecía demasiado triste vista desde fuera. Yo me enteré por la mañana, cuando por casualidad, llamé a mi madre y me lo contó. Pude hablar con mi abuela. Casi no podía hablar. Su voz, rasgada por la tristeza y la impotencia de ver a una hermana morir, era casi irreconocible. Ginger estaba desolada. Aun así, le reconfortaba el hecho de que mi madre Jane, y el resto de sus hijos, junto con sus nietos, estuviesen arropándola en todo momento. Ginger tiene suerte de tener unos verdaderos hijos.
LLegó el momento del tanatorio. Ginger, sus hijos y su sobrina menor, Alice, quien ha sido la única de las hijas de Molly que ha sabido reaccionar, reciben a conocidos, familiares y amigos que se acercan para dar el pésame. Bernice es una zorra. No hay otra palabra para describir sus actos. Ni siquiera fue capaz de agradecer a sus primas la labor que habían hecho, solo fue capaz de pasarse el día entero en la cafetería del tanatorio, subiendo de vez en cuando para aparentar angustia. Bernice tiene una carta. Una carta escrita por Molly antes de morir. Nadie sabe lo que se ha escrito en esa carta, solo Bernice ha podido leerla. Solo sabemos que en ella dedica una parte a su otra hija, Alice, a sus nietos, y como no a su hermana y amiga Ginger. Bernice se ha apropiado de la carta, no se ha preocupado de al menos fotocopiarla para que su tía pueda leerla. Simplemente ha aclarado que "ya se verá lo que se hace con la carta". Bernice no tiene vergüenza, y menos educación.
Por la noche, después de un día duro, Ginger estaba ausente, callada, paralizada. Creo que no había asimilado del todo lo que había pasado. Estaba triste, pero no estaba sola, mi madre y mi tía estaban con ella. Mañana sería el entierro, una parte triste. Una vez pasado eso, se supone que todas las penas deberían quedar atrás. Se supone.

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